5 mar 2012

Comida de diseño

Articulo publicado en Andaluciainformación el 15/07

Todas las cadenas televisivas tienen un cocinero. Hoy el que no come es porque no quiere (buen título para un programa de comidas). A todas horas y en cualquier canal te encuentras a alguien cocinando. Sólo leyendo el teleprograma termina uno engollipao. El más madrugador es para mí Juan José Castillo, de Onda Luz. Éste a las cinco de la mañana ya está el tío haciendo un potaje. No es hora, pero por lo visto a él le gusta mojar las habichuelas en colacao. Lo malo será el día que se le caiga una oreja en la olla, va a haber menudo pa to Cádiz.
Este cocinero, por lo que vemos en pantalla, tiene la tetilla de la oreja bien forrá, pero muy poco tono de voz. Yo cuando intento cogerle la receta creo que me hablan desde el telefonillo de la casapuerta. Es una voz tímida, como la del cobrador del Ocaso. No me entero de ná. Pero su punto a favor es que al menos mantiene la uniformidad antigua, lo clásico, todo de blanco. Y eso es un punto a su favor. Karlos Arguiñano es el Beckham del pimiento molío. Más moderno, él intenta sorprenderte en pantalla sacando por ejemplo un pantalón de los Lunnies, un chaleco de lunares, o un mandil color furcia, el Arguiñano es lo más parecido a un celador de una clínica de pago de Nueva Orleans.

Después me quedo asombrado de los diseños de los platos donde presenta la comida el vasco. Son como sus chistes, abstractos. No son platos tradicionales, suelen tener forma de plafones de lámparas de salita de estar. Para que se haga una idea, es como si te pusiera las croquetas en un rodapié de cuarto de baño. A la cocina de diseño, sólo le queda para mayor pijería, que Victorio y Luquino creasen el perfume olor a adobo de Tucci.
 Yo soy más de cuchareo y me dan coraje estos menús de hoy en el que, por ejemplo, si quieres un bistec con papas, el bistec está en el centro de un plato grandísimo más solo que el edificio de la Aduana. O un huevo en el centro y todo el plato por su alrededor sin nada. Más vacío que el Chapín en un Jerez-Pájara Playas. O sea, un huevo a lo viudo, para mojar en porcelanosa. Hasta el pan es raro. Se pierden los platos tradicionales esos que tenían grabadas las dos alianzas recordando el matrimonio o el tú y yo tan romántico, las cerecitas y esas grecas de color azul como el ensolao de un patinillo antiguo, etc.
Perdonen, pero se quema la columna (cerramos los disparates hasta septiembre si Mauricio quiere). Adiós.

No hay comentarios:

Publicar un comentario